28 años de enfrentamientos sociales y de modelos de entender la política hidráulica, es suficiente tiempo para decidir que es hora de sentarse a ver qué le pasa a este supuesto Pacto que se ha visto siempre envuelto en tela de juicio.
Con la misma tela se forran también las reservas de agua que Aragón pretendía establecer para satisfacer estas necesidades, sin contar que el Ebro tiene una desembocadura en el Mediterráneo que la Emergencia Climática nos ha recordado tristemente estos últimos días.
Desde el 30 de junio de 1992 en que las Cortes de Aragón (PSOE, PP, PAR, CDS e IU) acordaron el contenido de este controvertido documento ha habido suficientes lluvias y sequías como para darnos cuenta que no se puede gestionar la política hidráulica de hoy con unas ideas que ya estaban en entredicho en aquel olímpico año.
Es comprensible que quienes llevan todo este tiempo propugnando una gestión del agua basada en criterios de defensa de lo publico frente a los grandes intereses de la agroindustria o de la construcción vean esta Mesa de Dialogo del Agua con una mezcla de recelo y de esperanza.
La reciente desestimación tácita del Embalse de Biscarrues es un elemento que anima a la esperanza aunque no se nos escapa la fragilidad de la situación en la que otros temas de interés, nucleares en relación con la gestión agua, todavía no está mínimamente encauzdos.
La reciente desestimación tácita del Embalse de Biscarrues es un elemento que anima a la esperanza aunque no se nos escapa la fragilidad de la situación en la que otros temas de interés, nucleares en relación con la gestión agua, todavía no está mínimamente encauzdos.
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