viernes, 7 de mayo de 2021

NO OLVIDEMOS EL EMBALSE DE LA LOTETA

 


Las actuales preocupaciones por la calidad del agua del abastecimiento urbano de Zaragoza traen al recuerdo el complicado sistema que se definió en su momento para que los zaragozanos puedan beber el agua del grifo con total seguridad.

La memoria grupal suele ser selectiva y no siempre guarda la relación precisa de los acontecimientos.

Esta peculiaridad humana la aprovecha quien detenta el poder en cada momento para construir un relato acorde a sus intereses que, a su vez puede cambiar en función del tiempo y sus circunstancias. Por eso, poca gente recuerda la inauguración de la depuradora de la Cartuja, los viajes a Rusia, los desfases en el presupuesto, las facturas falsas o la relación de Veolia con el alcalde del momento a través de un personaje tan singular como Didac Fábregas.

Poco tiempo después de este episodio semi-olvidado se lanzó el proyecto de "abastecimiento de Zaragoza y su entorno" convenciendo a los zaragozanos de que iba a llegar a sus grifos el agua del Pirineo con toda su transparencia y calidad. Sin embargo, el evidente objetivo político del momento, no era otro que involucrar a esa mayoría urbana que supone Zaragoza en la pretendida necesidad de recrecer el embalse Yesa, pieza clave en su momento para regular el trasvase del Ebro que, por entonces, se promovía desde Madrid.

El proyecto, ignorando los principios más elementales de racionalidad económica, extendió el “privilegio” de recibir aguas del Pirineo a municipios en un radio de 50 kilómetros, mediante bombeos; Jalón arriba, hasta la Almunia, o Huerva arriba, hasta Cariñena. Todo ello un coste de unos 2€/M3 que Zaragoza debería pagar al 90%, al aplicarse un modelo tarifario pretendidamente "solidario" de reparto de costes entre todos. En aquel momento nadie pareció caer en la cuenta de que los acuíferos de la sierra del Águila y del Alto Huerva podrían distribuirse por gravedad de una forma mucho menos costosa.

En esta operación, entre propagandística y financiera, la pieza clave era un nuevo embalse, la Loteta, que junto al Canal Imperial, a la altura de Gallur, podría llenarse con aguas invernales del propio canal, de buena calidad y con los caudales sobrantes del sistema de regadío de  Bardenas.

Con sus 96 millones de metros cúbicos, este embalse podría garantizar año y medio de abastecimiento a Zaragoza, perfilándose como la pieza clave de la regulación de dicho abastecimiento.

Sin embargo, desde el primer momento, la Fundación Nueva Cultura del Agua planteó públicamente los problemas que podría generar el sustrato de yesos del vaso del embalse.

En su día, el principal argumento usado para denostar la calidad de las aguas del Canal Imperial, hasta generar alarma ciudadana, no fue otro que el de su alta concentración en sulfatos. Sin embargo, almacenar en un vaso de yeso, durante meses o años, aguas de alta calidad, previsiblemente comportaría una disolución masiva de sulfatos y otras sales. La respuesta oficial de la CHE fue que todo estaba estudiado y que la disolución de sales en la Loteta sería pequeña e incluso mejoraría el agua del Pirineo excesivamente pura para el uso de boca. El mito/mentira del agua pirenaica llegando pura y sin macula a través de casi 200 Kms de acequias y canales estaba bien construido para convencer a los zaragozanos.

Una vez construida la presa no terminaron las obras, pendientes de resolver las fugas de la infraestructura. Por unas u otras razones la Loteta está de facto, desechada para las funciones de regulación del abastecimiento de Zaragoza porque, en efecto, se ha comprobado una disolución masiva e inaceptable de sales que cuadruplica la concentración de sulfatos del canal.

La expresión más gráfica de este poco conocido fiasco la ofrece hoy la ruina en que se han convertido las instalaciones del cámping que allí se construyó dentro del plan de compensación territorial.

Tampoco se sabe si Zaragoza tendrá que pagar el embalse porque, sobre el papel, la ciudad es su usuaria principal. Si se cumplieran las condiciones del proyecto, una vez que se completen las obras de reparación de fugas, Zaragoza debería hacer frente a 2 millones de euros/año, casi el triple de lo que paga a la CHE por usar las infraestructuras del sistema de Bardenas.

A este respecto la memoria colectiva debería considerar que lo que, si se paga ya, es cerca de 1 millón de euros/año a la Comunidad de Regantes de Bardenas por utilizar el embalse de Laverné, aunque de facto apenas se usa, ya que la mayor parte de los caudales llegan a Zaragoza en continuo, sin regulación alguna.

El ayuntamiento de Zaragoza, independientemente de su filiación política debería exigir a la CHE, en compensación, otras balsas, con una capacidad equivalente, que permitan regular las aguas sobrantes de Yesa y las aguas invernales del canal, que se preveían regular en La Loteta.

Y respecto a los más de 100 millones de euros de dinero público invertido/malgastado, cabría preguntarse si los zaragozanos que se creyeron a pies juntillas, el mito del agua del Pirineo en su grifo aceptarán y callarán sin exigir responsabilidades a los responsables y tal vez asuman con la misma candidez el hecho de que este sistema de abastecimiento es gestionado por ACUAES, empresa pública gemela de ACUAMED, implicada en graves problemas de corrupción. Desgraciadamente la población se está acostumbrando a que empresas que funcionan sin control de los Ayuntamientos a los que abastece, construyan una estrategia de privatización del agua tanto en el abastecimiento como en el saneamiento también en Zaragoza.

Y, dado que estamos hablando de agua, nada más apropiado que recordar a Zygmunt Bauman y su modernidad líquida.

 

“La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir.”


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