jueves, 16 de junio de 2016

DÍA MUNDIAL CONTRA LA DESERTIFICACIÓN

"Nos quedamos sin agua y seguimos gastando cada vez más."

De esta forma arranca el informe con que Ecologistas en Acción analiza las consecuencias que las políticas hidráulicas pueden tener en nuestro país.

En la víspera del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, Ecologistas en Acción hace público un informe sobre los efectos del cambio climático en los recursos hídricos en España. En el estudio queda patente que la disponibilidad de este recurso seguirá disminuyendo a la vez que se planifica un incremento de su consumo en todo el territorio

El informe ‘Consecuencias del cambio climático sobre la disponibilidad de agua en España tras la firma del Acuerdo de París’ analiza cómo han evolucionado los recursos hídricos en España en los últimos 25 años. Los resultados son realmente preocupantes. La combinación de la reducción de las precipitaciones y, muy especialmente, la subida de las temperaturas que se está produciendo han generado una reducción media del volumen de agua que va a parar a los cauces de más del 20% en tan sólo 25 años.
Los compromisos de reducción de gases de efecto invernadero de los países nos condenan a un aumento de la temperatura superior a los 3ºC que se traducirá en un continuo agravamiento de la escasez de agua, siendo esperable como mínimo una reducción del 30% en las próximas décadas.

Por ello, mañana, Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, Ecologistas en Acción quiere señalar la falta de medidas reales que frenen este deterioro hídrico. A pesar del evidente agravamiento de los periodos de sequía, los planes hidrológicos plantean un incremento neto del consumo del 10%, debido principalmente al aumento en las superficies dedicadas a cultivos de regadío.

Todo ello conduce, a juicio de Ecologistas en Acción, a un auténtico colapso hídrico, de gravísimas consecuencias medioambientales, sociales y económicas, que nos aleja claramente de las medidas que deberíamos tomar para frenar la desertificación, poniendo en riesgo no solo la agricultura o la ganadería, sino también a un considerable número de poblaciones que ya sufren los efectos de las sequías cada vez más intensas.

Es necesario, por tanto, abandonar cualquier medida que conlleve un incremento del gasto hídrico e incluso la reducción de superficies destinadas a los cultivos de regadío hasta un máximo de entre 3 a 3,2 millones de hectáreas. Así como la puesta en marcha de medidas como la revegetación o la reincorporación de materia orgánica a los suelos que permita paliar este déficit hídrico y mejore la capacidad de los ecosistemas para frenar el avance del desierto.

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