En medio del aspaviento constante de la política española que lastra la convivencia hasta el extremo de la perplejidad, la sequía se ha convertido en otro elemento más que añadir al ruido de sables político-mediático con el fondo de las elecciones gallegas.
Parece probado que la opinión pública se alimenta de amenazas, emergencias, catástrofes y peligros y no faltan los coros de malintencionados mercenarios de pensamiento corto e ignorancia larga que no dudarán en buscar un culpable exterior ni en explicar que si en Lugo "sobra" agua y "falta" en Cadiz, nada más fácil que poner un tubo que resuelva el problema.
Los "extremas" de todas las derechas aprovechan para resucitar trasvases y viejos fantasmas que se pueden vestir de cohesión territorial y solidaridad entre sus pueblos y sus gentes, en una edición posmoderna de las obsesiones del hijo del general dictador Primo de Rivera que reverdecen el fascio-discurso a poco que se rasque la piel de toro.
Personajes de discutible capacidad ética aprovechan una situación que se debe más a la abundancia de sus demandas que a la propia escasez de agua y no dudan en conducir el agua a sus molinos de manipulación social sin reparar en el abundante caudal de falsedades en que navegan sus voces.
Cierto es que desde la antigüedad se sabe que nuevos tiempos traen viejas ideas. Una maldición bíblica que no cesa. Para no repetir la totalidad de la experiencia pretérita y fallida se introducen pequeños matices con dos intenciones: por un lado justificar indirectamente el error anterior y por otro presumir de voluntad innovadora con la que actualizar la vieja propuesta, modernizada y adaptada a los nuevos tiempos. Y si además se añaden adjetivos como sostenible, economía circular, resiliencia, reciclaje o transición ecológica, la operación de marketing encandila al gran público que, otra vez preferirá comprar el discurso de la oligarquía antes que ponerse a pensar más allá de lo que diga el titular más vendido.
Este esquema se palpa perfectamente en el matrimonio "AGUA-ENERGÍA". Especialmente el agua en Aragón tiene una presencia histórica a la par que una buena dosis de desconocimiento por parte de la población que, como en otros asuntos, es rehén de las voluntades de los partidos mayoritarios y de sus medios de difusión.
Pocas cosas sustancian tanto el sentimiento aragoneses, al margen de la ofrenda de flores y algún otro folklorismo más, como el agua. Cualquier aragonés es un opositor, más o menos vehemente, al "TRASVASE DEL EBRO" que con el tiempo se ha convertido en una especie de santo patrón del aragonesismo, aprovechado en buena medida, por la oligarquía agraria tradicional que, trufando de tradición la agroganadería industrial y globalizada, ha santificado el lucro privado generado por un bien público como el agua, más allá de toda lógica.
Las grandes manifestaciones contra el trasvase del Ebro en donde compartían plaza y pancarta los regantes expectantes del agua de Yesa, Santaliestra, Biscarrues o Mularroya con los partidarios de la Nueva Cultura del Agua que, además de oponerse al Plan Hidrológico del Ebro, lo hacían también al Pacto del Agua de 1992 (la herramienta autonómica para posibilitar el anterior), se han convertido en memoria de identidad colectiva. Una alcorzada memoria que sigue aprovechando la oligarquía agraria para mantener vivo el famoso Pacto del 92 escamoteando a la opinión pública la realidad social, económica y medioambiental que supone la vieja cultura del agua. Al margen de los otros factores, si la ciudadanía en general tuviera una idea aproximada de los que, para las arcas públicas está suponiendo la continuidad del modelo desarrollista más allá de los límites del desarrollo, tal vez se hicieran más preguntas y tal vez, se elegirían personas con mayor capacidad de respuesta para gestionar la tierra y el agua. Gestionar el agua del Ebro es mucho más que decir el Ebro no se trasvasa.
Saltando del agua a la energía y mientras sobre la primera existe una percepción a dos velocidades y con distintos niveles de conocimiento, en el caso de la energía, el desconocimiento y el desinterés de la población es casi absoluto mientras las instituciones se comportan como facilitadores del inmenso negocio que al calor de la sostenibilidad, se está haciendo. A pesar de que cada vez más plataformas ciudadanas y la práctica totalidad de los grupos ecologistas aragoneses llevan varios años diciendo “Renovables S, Pero no Asi", este discurso está muy lejos de calar en el pensamiento del común. Se diría que existe una percepción de que la energía es buena "per se" y nadie se detiene a pensar de dónde viene, cuáles son sus costes reales, cuánta se produce o cuánta es necesaria para el funcionamiento eficiente y justo de la comunidad autónoma.
Árboles de viento, Pilar Iturralde 2020 |
La profunda evolución social y económica que la introducción de las Energías (mal llamadas) Renovables (EERR) podría haber significado para esta tierra de polvo, niebla, viento y sol se ha amortiguado hasta la consagración del viejo modelo del oligopolio energético que ya fue uno de los factores del vaciado aragonés y que ahora repite curso. Se ha producido el efecto opuesto al esperable dadas las características del modelo renovable. Cuando la generación distribuida podría haber cambiado el modelo productivo, lo cierto es que está consolidado el antiguo. Aragón, que ha sido cedente histórico de energía a su entorno geográfico, está llamado a ver cómo aumentan los beneficiarios de la energía que produce mientras lo hacen, sin control ni ordenamiento alguno, las grandes superficies de centrales y las infraestructuras de transporte que alimentarán la industrializada Europa, mientras España y Aragón con ella, es cada vez más, una sociedad de servicios. Un hermoso stand en Fitur y poco más, para una comunidad que si ya produce aproximadamente el 150% de la energía que consume, tal vez se debería preguntar qué necesidad hay de aumentarla.
La forma en que se está construyendo la producción, distribución y transporte de EERR representa una segunda edición del modelo de trasvase en donde sus reservorios están mucho más extendidos por la geografía que los embalses del Pacto del Agua y tal vez por eso no se perciba la cuantía del perjuicio que la Vieja Política Energética está causando en Aragón que corre el peligro inminente de consagrarse como territorio de sacrificio y paisaje vaciado, abandonado de cuerpos y almas.
En esta ocasión los nuevos canales de este trasvase invisible no llevan el agua del Ebro al País Vasco, Cataluña o Levante; los canales de la energía, autenticas autopistas eléctricas que antes eran competencia estatal y ahora pretende explotar Forestalia, llevan electricidad a los mismos destinos ordeñando Maestrazgo, Matarraña, Cinco Villas, Valdejalón, Monegros, Sobrarbe o Ribagorza. Un inmenso embalse sin limites ni muros de cierre que inunda en silencio la tierra y el cielo aragonés.
Posiblemente la sobreactuación de nuestros políticos que parecen sentirse más preocupados por recuperar una unidad de España que nunca fue, que por los intereses de los aragoneses y su derecho a un progreso en igualdad con cualquier otra región de España o Europa, genera una sociedad del ruido, de la inmediatez, de la frivolidad y de la ignorancia en la que la oligarquía, la de siempre, la de aquí y ahora, la que elige a quién y cuando hay que elegir, ejerce un renovado supremacismo heredero de otros tristes tiempos que deberían haber quedado en los libros de historia, pero que, reverdecen al conjuro de una libertad que dicen defender con palabras y niegan con sus hechos.
Flota sobre nuestras cabezas un inmenso embalse de desigualdad e injusticia.
TRISTES MONTES Y SOLEDAD
Algo de información sobre el trasvase del Ebro:
https://mareaazuldearagon.blogspot.com/2019/04/resumen-final-de-la-marcha-del-ebro.html
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