Sin embargo, los principales problemas de contaminación, que fueron causa de esas prohibiciones, continúan latentes. La salud de los ecosistemas y de sus habitantes afectados por estos vertidos sigue estando amenazada y lo seguirá estando en el futuro y no podemos abandonar en el olvido esta experiencia colectiva que debería servir de lección para otros casos de contaminación que, como el caso de la producida por los usos agro-ganaderos, amenazan hoy el buen estado de las masas de agua y con ello nuevamente la salud de las personas. Tal como ha demostrado la historia del lindano, ningún puesto de trabajo ni el derecho al desarrollo de ninguna comarca, puede anteponerse al bien estar de la colectividad.
La evidencia del aumento de enfermedades relacionadas con la salud ambiental debiera convencer a administraciones y empresas para priorizar el ordenamiento sobre los procesos de fabricación de los bienes de consumo a los que accede la población, sobre cualquier otro condicionante económico.
Cabe preguntarse si, después de tantos años, con el caso del lindano y otros casos de contaminación, se está haciendo lo suficiente.
A pesar del necesario empeño científico que se pueda mostrar en Zaragoza a partir del martes día 21, para el lindano se ha llegado tarde y habrá que conformarse con monitorizar sus restos para que no escape de las zonas controladas. Pero se está a tiempo de mejorar la prevención en otros aspectos como la contaminación producida por el nitrógeno en las aguas que todos bebemos o el ozono troposférico en el aire que todos respiramos.
Aragón tiene numerosos casos que atender en materia de contaminación y sería una buena noticia que la experiencia acumulada con este pesticida sirviera para poner coto a todas las agresiones a la salud y el medio ambiente que pasan desapercibidas ante la opinión pública.
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